El árbol es el símbolo de la vida en perpetua evolución, evoca la idea de verticalidad. Por otra parte, muestra el carácter cíclico de la naturaleza y de la existencia misma como muerte y regeneración.
Sin embargo el árbol de hoja perenne simboliza o refleja la Inmortalidad, aquello que siempre fue, siempre es y siempre será. Esta idea no se contradice con la anterior puesto que la esencia perdura y la apariencia cambia.
El árbol, dentro del reino vegetal, es uno de los seres vivos que mejor nos puede inspirar, puesto que refleja las leyes más profundas de la naturaleza sin los velos producidos por las angustias y egoísmos de otros seres vivos, como los animales y, por supuesto, los seres humanos.
Dice una máxima hermética: “Así es arriba como es abajo”. Lo cual nos puede indicar que observando este reino de la naturaleza, del cual hablamos, podemos descubrir o desvelar los mayores misterios, de una forma tranquila, serena y bella. Belleza, armonía, orden y humildad son características suyas. Humildad puesto que ellos saben cumplir con su deber sin someter su vida a caprichos y apetencias. Ellos crecen y se mantienen verticales recibiendo la energía del sol y aceptando el aporte de los cuatro elementos: Sus raíces profundizan en la tierra, su tronco transporta el agua, sus hojas reciben el aire y sus flores y frutos se abren al sol. Su madera acepta el fuego y transforma su energía interna en calor.
Por todo esto lo podemos considerar como imagen de los tres mundos: subterráneo, terrestre y celeste.